viernes, 11 de abril de 2008

Como iba contando...

Lo primero que tenía que hacer el domingo era obvio, buscarme la vida para recuperar las gafas que me habían costado una pasta. Habías varias posibilidades, y la única que me permitía tener alguna esperanza en recuperarlas, era que las hubiese dejado en el centro comercial donde compré la cámara, porque como hubiesen quedado enel tren o en el autobus poco había que hacer.

Pues ese fue el plan; me levanté sobre las 10 y puse camino a Nagoya, a la estación central. Después de casi una hora de camino llegué a la estación en cuestión, mezclándome con el mogollón tan pronto como bajé del tren, escapando lo más rápido posible de los andenes. De entre las dos salidas principales tomé la que daba directamente a los grandes almacenes (esta vez no me dieron publicidad porno). Tuve suerte porque nada más entrar vi al dependiente que me había atendido el día anterior, la verdad es que suerte a medias, porque el tío no tenía ni papa de inglés y de un día para otro no iba a aprender. De todas maneras, con todo el buen hacer que alcanza mi japonés, pudimos entendernos. Más o menos le conté que ayer había estado por allí, aunque no creo que hubiese sido necesario decirselo porque creo que se acordaba de mí. Después de contarle la batalla fue a preguntar al que parecía el encargado, volviendo al cabo de un rato para pedirme más espedificaciones de las gafas; la verdad es que en ese momento me temía que no había nada que hacer, aunque por suerte acabó apareciendo con una bolsita que por suerte era la que yo había perdido. Menos mal, rueba superada.

Con todo el lío de las gafas, se me olvidó antes de salir de casa de hacer recuento del dinerito que tenía, llevándome una desagradable sorpresa al comprobar que solo tenía 1000 yenes en la cartera. Eso era un problema, ya que no me llegaba para volver. Eso era sin duda un problema, por lo que haciendo memoria, recordé que por la zona había una sucursal de mi banco japo, por lo que crucé de nuevo la estación para llegar hasta allí, mejor dicho, el centro comercial que hay sobre la estación. El banco estaba cerca, pero para mi desgracia, por alguuna razón que no alcanzo a comprender, era el único banco que estaba cerrado entre los tropecientos que había a lo largo de la calle. Dado que no tengo tarjeta de crédito, no pude usar el cajero automático (que tampoco lo encontré por mucho que busqué). Antes de entrar en pánico recordé que, en algunos spermercados japos hay cajeros automáticos, donde podría usar la tarjeta del banco español. Al principio mi intención era ir hasta el puerto, pero como no sabía si por allí encontraría un super, decidí por ir directamente hacia el distrito comercial, a Osu Kanon, donde sabía de fijo que había varios. Sin más preámbulos me monté en el metro, porque eran la una y pico y la tripa tocaba retirada.

Osu Kanon, esta zona ya está controlada, saqué la pasta y me metí en un restaurante mítico japonés, donde me di un homenaje pidiendo angila a la plancha y sashimi de salmón y gamba; muy rico pero también lo pagué, 2400 yenes, que para ser japón es caro. Nada más acabar de comer, me recorrí de arriba a abajo todo el distrito comercial, entrado en una tienda de ropa donde había una camisas espectaculares, lástima que solo fabriquen hasta la talla L, porque me hubiese comprado unas cuantas (y para que a mi me guste una camisa..., ya tiene que ser chula). Para compensar la decepción de las camisas, dejando mi transformación Fashion para las tiendas de Shibuya, me metí en una tienda de videojuegos con la intención de mirar algún juego para la PS2. Al final cayeron unos cuantos, 5 juegos que me costarón como uno y medio en España (y nuevos no de segunda mano).

Después de derrochar un poco de dinero, ya me volví para casa, eran casi las 4 y el camino devuelta llevaba su tiempo. Esta vez no tuve problemas con el autobús, directamente me metí en un taxi; ejor curarse en salud.

Durante la semana no pasó nada emocionante. Había una cosa que prometía, ya que me habían comentado que el jueves todo el departamente se iba de Hanami, una celebración típica japonesa, que consiste en hacer una merendola/comida debajo de los cerezos en flor. Por desgracia nos llovió, por lo que al final acabamos comiendo dentro del edificio, viendo los cerezos por la ventana; una lástima. Como estos días llovió mucho los cerezos ya casi han pedido todas las flores, pero también es bonito ver el suelo cubierto por "sakura", como ellos llaman a la flor del cerezo.

El plan para mañana será ir al puerto, esta vez es la buena, y tal vez por la tarde volver hasta Osu Kanon a ver si encuentro alguna camisa de mi talla (por casualidad). El domingo sí que será un día curioso, ya que estoy invitado a un viaje en barco, mejor dicho, a una competición de barcos de vela. A ver me lío monta este marinero de agua dulce.

Dicho esto, adios, salud y República.

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