lunes, 3 de marzo de 2008

Y empezó la juerga

Nos habíamos quedado en la recogida de maletas, cuando una bella japonesita se me acercó con un papelito que ponía mi nombre, para alegremente decirme que mi equipaje estaba en estos momentos en casa de cristo. Digo japonesita no porque fuese una niña de 3 años, cosa que hubiese tenido su gracia, si no porque era más bien tirando a pequeña, lo suficiente como para que tuviese que inclinarme par apoder escucharla, y cuando dio inclinar, quiero decir contorsinarme hasta cascarme el espinazo. Era maja y muy atenta, estuvo conmigo unos 20 minutos hasta dejar todo arreglado, haciéndome preguntas sobre la maleta a las que yo apenas pude contestar, como la marca y esas cosas raras que te pregunta cuando es obvio que no la se, como me paso con el móbil como bien sabe Samu.
Dejando problemas de equipaje a un lado, puso la primera pata del aeropuerto y lo primero que hice..., a que no sabéis que fue, pues nada, coger unos panfletos de publicidas que un chiquilla se me acercó a dar, muy simpática ella sabiendo perfectamente que darme eso a mí era como tirarlo directamente por el bater; pero yo se lo agradecí, por su puesto. Seguidamente me desvié hacia la estación de tren; me quedé atontao durante un rato mirando el plano hasta que con tremendo esfuerzo mental conseguí deducir que el viaje hasta Kanayama costaba unos 500 yenes, bueno..., en realidad había un letrero del tamaño de un campo de fútbol con gradas incluidas delante de mis narices, que aún así tardé en ver. Una vez dentro de la estación, para mi sorpresa pude contemplar que había más de dos vías, la de ida, la de vuelta, y OTRA. Eso era algo para preocuparse, ya que no me apetecía acabar pues vete tu a saber donde, por lo que me decidí a preguntarle a un japo, por supuesto en correctísimo japonés, ejem, cual era el tren. Todo hubiese sido perfecto si le hubiese preguntado por Kanayama, y lo la hubiese cagado al pronunciar, ya que le dije Kagayama, y claro, el pobre colega no me entendió. Echando mano del inglés le volví a hacer la pregunta, todavía no me había dado cuanta del errorcillo en el nombre de la estación, por lo que el japo me contestó: ¿Kanayama?, ¿Kanayama?, y yo asentí con cara de merluzo/lechuguino/besugo. Al final me acabó por decir que valía cuaquiera.
Ya estoy en el tren, sentado en frente de una señora mayor medio sopa, y poco más porque el tren estaba casi vacío. Con cara de interesado me puse a ojear la publicidad, como si entendese algo, cuando de repente y pillándome desprevenido pasó un tren en sentido opuesto..., casi salto del sillón sobre la señora de enfrente, semejante fogonazo pegó, casi se me caen las pelotillas al suelo; ellos deben estar ya acostumbrados porque la señora con se bajo del quinto sueño en el que estaban. El resto del trayecto no tuvo mayor complicación, a no ser porque cuando me metí en el tren, me sobré pensando de que había pillado el que menos estaciones hacía, el expreso, pero claro, en Japón se les ha ocurrido inventar el término Super expreso para arruinarme la vida, tren que nos adelantó como quien no quiere la cosa al poco de salir; novatada al canto.
Pues ya estoy en Nakayama..., esto Kanayama, me bajo del tren y me meto en la estación, o eso creo que era porque había tanta gente que poco vi que era, ni las paredes conseguí divisar. Con cuidadín me fui acercando hasta las maquinitas de los billetes, necesitaba uno para Tajimi, pero cuando me enfrenté a la máquina me di cuanta que no tenía ni idea de como funcionaba aquel aparato infernal, por loq ue decidí ir directamente a la ventanilla. La verdad no fue nada traumático, le dije la estación, le solté 1000 yenes que seguro era más que suficiente, y me dio el billete; fácil. Encontrar el andén no fue complicado, había un letrero que ponía bien claro, para Tajimi AQUÍ, escrito por debajo en inglés que todavía no me sabía los Kanji de memoria.
Este tren ya iva más lleno pero tuve donde reposar el culete, pero me acabé arrepintiendo, porque resulta que los trenes en Japón tienen calefacción en los asientos, y llevaba el culo ardiendo.
Hasta aquí la batalla de hoy, dentro un rato os cuento mi llegada a Tajimi y la búsqueda del hotel, historia que por supuesto, tampoco tiene desperdicio. Chaus.

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